El 21 de agosto pasado se cumplieron 20 años del fallecimiento de Dan Jacobo Beninson, el científico argentino que sobresalió en el escenario mundial por sus aportes ineludibles a la creación de la Protección Radiológica como disciplina fundamental que acompaña todas y cada una de las aplicaciones de la tecnología nuclear en la actividad humana.
No es casual que el Instituto, dedicado a la formación en estos campos del conocimiento, lleve el nombre de este compatriota que, al igual que otros ilustres argentinos, elevó el prestigio de la nación a nivel internacional.
Beninson nació en Buenos Aires el 19 de febrero de 1931 y se graduó en medicina en la Universidad de Buenos Aires primero y obtuvo un doctorado en Física en Estados Unidos de Norteamérica en 1955. Ingresó a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) como investigador en el departamento de Radioisótopos y Radiofísica desde donde inició una fulgurante carrera que lo llevó a ocupar los puestos más importantes en las organizaciones nacionales e internacionales vinculadas con la seguridad y protección radiológica, muchas de las cuales creó o contribuyó a crear. A nivel local se mencionan la Sociedad Argentina de Radioprotección (SAR) y el Ente Nacional Regulador Nuclear (ENRE), más tarde Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN). Fue distinguido con numerosos premios nacionales e internacionales y en sus últimos años fue presidente de la CNEA, institución madre que lo formó y que constituyó una plataforma para su brillante carrera.
Son incontables las publicaciones que dan cuenta pormenorizada de fechas, cargos y premios, es por ello que la Decana del Instituto, Carla Notari, quien lo trató más cercanamente en el último período de su vida, cuando ejerció como presidente de CNEA y tiempo después, comparte algunas singularidades poco conocidas de Beninson y relata parte de sus recuerdos junto a él.
Carla Notari:
«Conocí a Dan más cercanamente en la última etapa de su vida, cuando seguía siendo un referente indudable en su especialidad (difícil definirla…) y en muchos otros variadísimos temas como: qué hacer con el programa nuclear iraní o cuál era el mejor lugar para degustar comida vietnamita en Buenos Aires.»
«Como suele ocurrir con los personajes que adquieren un halo de sabios e impenetrables, lo que más me atrajo de su personalidad fueron algunos atributos, digamos de segundo plano, como por ejemplo el gusto musical y la pasión por la comida, que lo traían al terreno de la conversación común y corriente. Y era sumamente ameno, porque tenía infinidad de anécdotas que situaba en escenarios muchas veces lejanos, exóticos, que revelaban un trasfondo de innumerables viajes y una percepción psico-sociológica que sorprendía en una persona muy acostumbrada a calibrar el mundo con las herramientas del análisis matemático.»
«Otra característica que llamó mi atención fue su pasión por la educación y por los jóvenes. En este terreno también se revelaba como enfático y arbitrario, con preferencias y “enamoramientos” a veces incomprensibles, compensando con una acendrada creencia de que, para todos, la educación es la llave que abre las puertas importantes.»
«Recuerdo sus palabras, referidas a la percepción pública de la tecnología nuclear, tema que surgía en los almuerzos familiares o las frecuentes cenas a las que invitaba. Cuando hablábamos sobre la dificultad de convencer al público que la energía nuclear es beneficiosa y yo me manifestaba ansiosa y pesimista, Dan reflexionaba con frases como: «no hay que forzar las cosas, la verdad cae por su propio peso, hay que darle tiempo al tiempo». Esta íntima confianza me desconcertaba.»
Además, la Decana destaca la fascinación de Beninson por el canto y las comedias musicales:
«No menos me sorprendía su preferencia (compartida) por el canto y las comedias musicales. No puedo menos que sonreír al recordar un paseo hasta el Tigre en una tarde soleada de domingo, con mi marido Hugo al volante, mientras yo a su lado tarareaba “the rain in Spain stays mainly in the planes…” (de Mi bella dama) y Dan me hacía coro desde el asiento de atrás.»
La figura de Dan Jacobo Beninson es una influencia perdurable en el Instituto de Tecnología Nuclear que lleva su nombre. Su legado en la Seguridad y Protección Radiológica y su personalidad multifacética son recordados con admiración y respeto.